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La historia detrás del rostro demoníaco de «El Exorcista»

En 1973 se estrenó “El Exorcista”, película considerada como la más aterradora de todos los tiempos. La dirección estuvo a cargo de William Friedkin y es una adaptación cinematográfica de la novela de William Peter Blatty que ganó un Oscar a mejor guion adaptado y mejor sonido.

La historia narraba la posesión demoniaca de Regan MacNeil, una niña norteamericana de doce años y su posterior exorcismo. El filme fue el primero del género en ser nominado a un premio Oscar a mejor película. En su estreno, se registraron gritos y espasmos de los espectadores, situación que obligó a decenas de propietarios de las salas de exhibición a apostar ambulancias en las afueras de los recintos para atender a los desmayados o con ataque de nervios.

Las impactantes imágenes de la película aún son recordadas por quienes vieron el filme, como cuando Regan poseída por el demonio se masturbaba con un crucifijo, o levitaba en su cama para posteriormente vomitar sobre el padre Damien Karras, o la secuencia en que volteaba su cabeza en 180 grados. Además hubo una escena que no vio la luz durante el estreno; cuando la niña bajaba una escalera en posición de araña.

Sin embargo, una de los momentos más enigmáticos sigue siendo el rostro demoníaco que aparecía durante unos segundos en determinadas secuencias. Dicha cara aterradora y pálida, con ojos rojos y dientes podridos, correspondía a la faz de Pazuzu, el demonio que poseía a la niña interpretada por la actriz Linda Blair.

En un comienzo se pensó que el propósito del rostro alentaba a adorar al demonio, sin embargo, hoy se sabe que la intención era otra. Según explicó William Friedkin, el director de El Exorcista, el motivo real de la cara demoníaca era un recurso para crear un ambiente fantástico y onírico.

“Este rostro del mal tiene cierto simbolismo, porque representaba el acecho del demonio para con la familia de la niña y su deseo de querer poseer a alguien. Había visto estos cortes subliminales en varias películas antes de ponerlos en ‘El Exorcista’, y me pareció un recurso muy efectivo para narrar esta historia en particular. La edición subliminal se hizo para lograr un efecto dramático: para crear, alcanzar y mantener una suerte de tono onírico, de ensueño. La imagen del rostro de este demonio salía proyectada durante muy pocos segundos, pero, para los espectadores, su visión era igualmente espantosa y difícil de olvidar”, aclaró Friedkin.


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